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Ante un fenómeno inicial en la alteración del control del crecimiento, se van acumulando más y más alteraciones genéticas que hacen que la célula tumoral adquiera una ventaja competitiva respecto a la célula normal, es decir, crezca más deprisa, ocupando su espacio, y también adquiere la capacidad de nutrirse formando vasos y la capacidad de migrar a otros órganos dando lugar a las metástasis.
En el caso de la mujer la incidencia estimada es también en orden decreciente: mama, colorrecto, útero, pulmón, vejiga, linfoma, páncreas, estómago, ovario y leucemia.
El número de casos nuevos de cáncer de mama, en el año 2015, se estima en 27.747. Además, debido a la eficacia de los tratamientos, también es el tumor más prevalente en la mujer.
Teniendo en cuenta estos datos y al hablar de ejercicio físico y cáncer en la mujer, la mayoría de los estudios en este campo se refieren al cáncer de mama
y es el tumor al que haremos referencia en este capítulo.
Como se ha mencionado anteriormente, las causas del cáncer son múltiples, y en muchos casos desconocidas. Los estudios epidemiológicos han identificado algunos factores externos que podemos modificar y que pueden tener un efecto protector sobre el desarrollo de cáncer. Entre estos factores se encuentra el ejercicio físico.
En la siguiente tabla se expone la clasificación en METs de algunas actividades comunes. Si una persona está haciendo un ejercicio de 10 METs significa que está desarrollando una actividad 10 veces mayor que el reposo.
Existen otras escalas para medir la intensidad de forma subjetiva, con una evaluación personal de la intensidad del ejercicio realizado en una escala de 1-10.
Recientemente se ha publicado un estudio realizado en España por el grupo cooperativo de investigación en cáncer de mama, GEICAM. En este estudio se evalúa el riesgo de padecer cáncer de mama y la práctica de ejercicio físico. Se compara la actividad física y seguimiento de las recomendaciones sobre ejercicio de la OMS y el Instituto Americano de Investigación del Cáncer entre un grupo de mujeres diagnosticadas de cáncer de mama y otro grupo sin diagnóstico de cáncer de mama. Se observa que la media de ejercicio es mayor en el grupo sin cáncer de mama (20.4 MET-h/semana) que en el grupo diagnosticado de cáncer (16.6 MET-h/semana). Además, por cada incremento del ejercicio en 6 MET-h/semana se produce una reducción del riesgo de un 5% en las mujeres premenopáusicas. También se observa que las pacientes postmenopáusicas tienen que realizar un ejercicio más enérgico para obtener beneficio. Aquellas mujeres inactivas tienen un incremento en el riesgo de padecer cáncer de un 71% comparándolas con las mujeres que siguen las recomendaciones de ejercicio de la OMS.
Un dato importante de este estudio es que las mujeres inactivas en el año previo tienen un mayor riesgo de padecer cáncer de mama, independientemente del ejercicio que hicieran en los años anteriores, frente a aquellas que se han mantenido activas siempre.
En conclusión este estudio sugiere que el ejercicio físico se asocia con un menor riesgo de padecer cáncer de mama. La actividad que se desarrolle debe ser moderada o vigorosa y, lo que es más importante, practicarla de forma regular.
Algunos estudios, incluso, han relacionado supervivencia y ejercicio. Varios estudios observacionales muestran que las mujeres que realizan actividad física moderada después del diagnóstico tienen mejores resultados que aquellas que no realizan ejercicio, observando una reducción de la mortalidad del 30 al 50%. En un estudio realizado en 2987 pacientes con cáncer de mama localizado, aquellas pacientes que estaban activas, definido como al menos 9 MET-h a las semana, -el equivalente a pasear a medio paso 3 horas a la semana-, tienen un 50% menos de probabilidad de padecer recurrencia y mortalidad que las que estuvieron inactivas.
La Sociedad Americana de Medicina Deportiva realizó una directriz, tras revisar los estudios clínicos, sobre el ejercicio en pacientes con cáncer. La evidencia científica sugiere que el ejercicio tiene un impacto positivo en el peso, estado físico en general, la fuerza muscular, la flexibilidad, la calidad de vida y en síntomas como la fatiga y el dolor.
Existen distintos tipos de ejercicio:
Hay que tener en cuenta las siguientes consideraciones generales:
Recientemente se ha publicado una guía de practica clínica canadiense en la que se ha revisado toda la evidencia científica y los diferentes aspectos relacionados con el ejercicio y cáncer y han realizado las siguientes recomendaciones:
1. Las personas con cáncer pueden realizar ejercicio moderado de forma segura tanto cuando están en tratamiento activo como si han finalizado el tratamiento (ver recomendación nº 3).
2. Se recomienda realizar ejercicio moderado para mejorar la calidad de vida, y la forma física aeróbica y muscular.
3. Los médicos deben animar a sus pacientes para que realicen ejercicio. Se recomienda:
4. Antes de iniciar el programa de ejercicio se requiere una evaluación previa para conocer la situación de la enfermedad, efectos secundarios de los tratamientos y otras condiciones médicas.
5. Se recomienda que el ejercicio se haga en grupo, si es posible, o supervisado, porque el ambiente puede producir un beneficio superior. Valorado y prescrito por un médico deportivo y desarrollado por un grado en Actividad Física
6. Se recomienda que cuando sea posible los pacientes con cáncer desarrollen ejercicio de moderada intensidad 3-6 veces sobre el reposo de una forma constante, dentro de su estilo de vida para que la mejoría en calidad de vida, fuerza muscular y forma física se mantenga por largo tiempo.
Si se realizan actividades de resistencia que obligan a tener el brazo hacia abajo se recomienda elevarlo de vez en cuando y abrir y cerrar la mano.
La natación es una buena actividad. Hay que intentar evitar heridas o caídas sobre ese brazo.
Las actividades de tonificación, por ejemplo con gomas o pesas con baja resistencia, son adecuadas.
Utilizar prendas de compresión al realizar ejercicio; iniciar ejercicios de fortalecimiento/ resistencia muscular solo si el linfedema está estable (no haber requerido tratamiento del linfedema en los últimos tres meses, ausencia de infecciones recientes en la extremidad, no aumento en la circunferencia de la extremidad superiores al 10% y no haber experimentado cambios en la capacidad de realizar las actividades básicas de la vida diaria).
Hay que evitar los ejercicios de impacto sobre las zonas afectadas y zonas de carga. Es adecuado caminar o realizar bicicleta. Intentar evitar actividades con riesgo de caídas y golpes. Evitar ejercicios de tonificación que produzcan tensión sobre las zonas afectadas (p.e flexiones si hay metástasis en húmero).
Metástasis pulmonares
En este caso adaptar el ejercicio a la capacidad pulmonar. Pueden ser más convenientes ejercicios de tonificación que no producen grandes cambios en el volumen pulmonar.
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