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El cáncer es una enfermedad que afecta a millones de personas en el mundo cada año, concretamente en España las cifras de cáncer de mama son de 26.000 nuevos casos por año, es decir, 1 de cada 8 mujeres tendrá riesgo de padecer cáncer de mama a lo largo de su vida según la Asociación Española Contra el Cáncer (2017).
Por ello, desde el sistema sanitario se deberían buscar mecanismos de prevención para poder reducir esta cifra cada año. Uno de los mejores mecanismos es la práctica de actividad física, primero como factor de prevención como son los estudios presentes en el artículo de Loprinzi, Cardinal, Smit y Winters-Stone (2012) donde se indica que el 53% de las investigaciones estudiadas destacan la relación positiva y significativa del efecto protector de la actividad física sobre el riesgo de padecer cáncer de mama y asimismo, en el estudio de Ballard-Barbash (2012) donde se indica que la mayor relación existente entre la reducción de cualquier tipo de cáncer con la práctica de ejercicio es en el cáncer de mama.
La actividad física produce está reducción gracias a la disminución de la acumulación de grasa intraabdominal, aumento de la lucha contra el tumor por parte de las defensas del organismo y la reducción de los niveles de insulina. El hecho de no fumar, seguir una dieta saludable y tener buen peso son factores que condicionan a reducir el riesgo de cáncer según Anzuini, Battistella e Izzotti (2011).
Pero qué beneficios se pueden conseguir con la práctica de actividad física en las personas que han padecido o padecen cáncer?, Según la revisión bibliográfica de Schmitz (2010) las mejoras producidas son el aumento de la capacidad funcional, reducción de la fatiga, mejora de la fuerza, la flexibilidad, disminución del índice de masa corporal (IMC), mejora en la salud de los huesos, aumento de la vitalidad, mejora del sueño y de la ansiedad y del nivel psicológico como en los estudios de Midtggard, et al., (2005) y Mock, et al., (1997).
Un elevado número de personas diagnosticadas de cáncer aumentan de peso debido al tratamiento que reciben o al cambio hormonal que se produce.
Por esto se recomienda mantener una vida activa y una alimentación saludable.
En la actualidad son muchos los estudios que demuestran que practicar actividad física mejora la salud y la calidad de vida en personas diagnosticadas con esta enfermedad. Ayuda a reducir el estado de ansiedad, el cansancio y a no perder la masa muscular.
El cambio de una vida sedentaria a una vida activa, debe hacerse de forma gradual, incrementando progresivamente el tiempo dedicado a la actividad física.
Hay que tener en cuenta que los días posteriores a recibir el tratamiento se pueden desarrollar diferentes efectos secundarios que hacen no encontrarnos bien del todo. En estos días la actividad se hará poco a poco y según el estado de cada uno, será más o menos intensa, incrementándola según pasen los días y nos
encontremos mejor.
Para que la actividad física sea beneficiosa, hay que mantener una constancia. Aunque vamos a apuntar unas pautas y unos ejercicios para realizarlos de forma individual, es casi imprescindible acudir a un profesional de la actividad física para que nos guíe y nos enseñe los ejercicios, las pautas, los descansos, los tiempos, etc, para una correcta ejecución de los programas de iniciación, recuperación adaptación, y entrenamiento.
Estas son algunas recomendaciones para no estar sedentario los días después de recibir el tratamiento:
Una vez que pase el tiempo de recuperación del tratamiento, es importante ir aumentando poco a poco el tiempo dedicado a realizar ejercicio.
Si nunca habías hecho ejercicio, empieza caminando, no tiene sentido empezar con una actividad física fuerte porque podrían aparecer lesiones, al muy cansados y con agujetas y no podrás hacer nada. Lo importante, como he dicho antes, es ser constante e ir poco a poco progresando.
Según vas adquiriendo forma física puedes ir probando otro tipo de deporte, así puedes valorar cual es el ejercicio que más te gusta y con cual te encuentras mejor.
Para poder rendir de forma correcta es muy importante llevar una alimentación equilibrada y beber suficientes líquidos para prevenir la deshidratación.
Según la ACSM (American College Sport Medecine, 2010) el programa de actividad física idóneo para una persona con cáncer sería el siguiente:
Además, se resalta la importancia a modo de prohibición de la inactividad física para una persona que padece cáncer y también, tal y como avanzamos en
párrafos anteriores, que todas las actividades deben estar supervisadas por un profesional especializado (ACSM, 2010; Loprinzi, 2011).
Pero realmente, que tipos de mejoras se pueden conseguir con un programa de ejercicio adecuado, siguiendo a Moros, et al., (2010) existen mejoras en la calidad de vida del paciente tras el tratamiento, disminución del insomnio y mejora en la calidad del sueño. Reducción ligera del dolor y reducción de la fatiga cuando no hay tratamiento de quimioterapia previo. Según Loprinzi et al., (2011), cuando se compara, el efecto de la actividad física sobre la reducción del cáncer de mama la reducción fue más fuerte para la intensidad física vigorosa (26%) que la actividad física de intensidad moderada (13%), y además, la evaluación de la actividad física durante toda la vida produjo mejores beneficios que la actividad física de manera puntual o no continuada. Según Battaglini,
Battaglini y Bottaro (2003), el ejercicio podría ser un vínculo fisiológico que disminuya o incluso revierta los efectos de la quimioterapia, terapia de radiación y cirugía. Más investigaciones son necesarias en el área del ejercicio como una forma de terapia para pacientes con cáncer. A pesar de esto, todos los hallazgos de los estudios hasta ahora han mostrado que el ejercicio moderado es beneficioso para los pacientes con cáncer, prácticamente a nivel global, es decir, sistemas cardiovascular, pulmonar, músculo-esquelético y endocrino.
Existen modificadores que pueden afectar a los beneficios de los programas de ejercicio. Los más comunes son según Loprinzi et al., (2011): El estado menopáusico, con reducción de un 30% frente al 26% de las mujeres premenopáusicas, el índice de masa corporal, las pacientes con sobrepeso redujeron un
19%, en cambio, las pacientes sin sobrepeso redujeron un 37%, los antecedentes de cáncer de mama, las mujeres sin antecedentes disminuyeron un 21%. Las diferencias entre mujeres que habían tejidos hijos y las nulíparas fue mínima.
Otro de los beneficios de los programas de ejercicio físico es sobre la afectación o no de linfedema ya que según Ridner, Dietrich, Stewart y Armer, (2011), tener un Índice de Masa Corporal (IMC) superior a 30 influye como factor de riesgo en la aparición de linfedema. Este riesgo es de 1,5 veces mayor para las personas con sobrepeso (Díaz Hernández, 2015), por lo tanto, un programa de actividad física aeróbico y con combinación de ejercicio de fuerza conseguirá
reducir el peso de las pacientes con obesidad y por lo tanto, disminuir el factor de riesgo de presencia de linfedema.
El ejercicio puede ser una de las más potentes intervenciones para pacientes con cáncer, pero esto también conlleva riesgos. No todos los ejercicios
son creados igualmente. Para ser efectivo y seguro, el ejercicio debe ser prescrito por profesionales de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte
y debe incluir estos 5 criterios:
El entrenamiento anaeróbico y aeróbico (Ver esquema explicativo en capítulo 1) debe ser un componente integral en el estilo de vida de las personas luchando contra el cáncer o de las personas recuperándose de este, según Battaglini, Battaglini, Bottaro (2003).
Aún así el ejercicio en una fase inicial con la persona en estado muy débil, conviene empezar realizando “píldoras de ejercicio”; es decir varias sesiones muy cortas (3-5 minutos, 5-6 veces al día) de ejercicio de tonificación muscular, movilidad articular o cardiovascular a lo largo de la jornada, con el objetivo de ir “tomando la medida” al ejercicio físico, para ir aumentando el tiempo según vamos obteniendo forma física. Si en algún momento nos encontramos mal, podemos saltarnos una “píldora”.
Cuando ya tenemos una forma física medianamente aceptable podremos ir incorporando los programas que exponemos a continuación.
Carrera a pie. Se puede modificar la intensidad del ejercicio si se hace andando (5 minutos).
Elevación de rodillas con zancada atrás (2 minutos).
Desplzamiento lateral (2 minutos) en un sentido y otro.
Balanceo de piernas (2 minutos).
Rodillas al pecho (2 minutos).
Skypping (2 minutos).
Step.
Abdominales: 20 repeticiones / 3 series.
CORE: 3 repeticiones por lado (tiempo en función de la capacidad de la persona).
Abductores: 15 repeticiones / 3 series.
Fondos de brazos: 10 repeticiones / 3 series.
Ejercicios de brazos y piernas (10 repeticiones / 2 series)
Sentadilla: 12 repeticiones / 2 series
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