Cuando hablamos de Cáncer, no nos referimos a una única situación igual para todas las personas que reciben este diagnóstico, si no que con este término se hace referencia a diferentes procesos clínicos, con diferentes comportamientos, diferentes cursos, tratamientos, pronósticos y por tanto también con diferentes respuestas emocionales.
Según la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), con el término cáncer hacemos referencia a 200 tipos de enfermedades, cada una diferente a las demás. Pero entonces, ¿Qué es lo común a todos los Cánceres? La respuesta es que en todos los casos existe un desarrollo de células anormales que se dividen y crecen de forma descontrolada, teniendo la capacidad de diseminarse por el cuerpo. La diseminación puede ser por invasión o por metástasis.
La Invasión se refiere a migración y penetración de las células cancerígenas en los tejidos vecinos y la metástasis se produce cuando las células cancerosas viajan a través de la sangre o del sistema linfático invadiendo tejidos normales en otras partes del cuerpo.
Los médicos utilizan varios nombres técnicos para referirse a distintos tipos de carcinomas, sarcomas, linfomas y leucemias. Estos términos son prefijos latinos que corresponden a la ubicación en la que comenzó el cáncer. Algunos de estos prefijos son: “Adeno”= que significa ganglio, (así por ejemplo, el cáncer de células ganglionares se conoce con el nombre adenocarcinoma). “Osteo”= hueso, (Cáncer que se origina en el hueso: osteosarcoma). “Condro”= cartílago, “eritro” = glóbulos rojos, “hepato”= hígado, “lipo” = grasa, mio= músculo, “melano”= células pigmentarias de la piel, “hemangio”= vasos sanguíneos.
Los tratamientos médicos para el cáncer son cirugía, radioterapia, quimioterapia, hormonoterapia, inmunoterapia y otros tratamientos.
Los factores de riesgo son variables en función del tipo de cáncer. Pero podemos mencionar algunos de los más importantes:
Según el informe anual de 2019, de Sociedad de Oncología Médica (SEOM) sobre la incidencia del cáncer en el mundo:
En base a los datos recogidos por Red Española de registros de cáncer (REDECAN) sobre diagnóstico en España:
La SEOM estima que la supervivencia de los pacientes de cáncer ha aumentado de forma continua en los últimos años:
Según la SEOM, algunas de las causas del incremento de los casos diagnosticados están relacionadas con el aumento de la población, con las técnicas de detección precoz y con el aumento de la esperanza de vida. Por otro lado, el diagnóstico de cáncer ya no es sinónimo de muerte. El 53% de los casos diagnosticados continúa con vida después de 5 años. Los datos de reino unido muestran una supervivencia del 50% en 10 años.
Los avances en los tratamientos, las actividades preventivas y las campañas de detección precoz hacen que la supervivencia haya aumentado y permiten en muchos casos la desaparición del tumor y en otros su control.
Es fundamental, por lo tanto, dedicar atención a las necesidades físicas, sociales y emocionales de esta población, cada vez mayor, de personas que padecen o que han tenido un cáncer.
Como expresa magistralmente Trish Bartley “saber que las células de tu cuerpo están fuera de control y proliferan” hace difícil mantener la calma y produce un gran sentimiento de inseguridad e incertidumbre (162, pag 57).
Cuando nos vemos enfrentados a la idea de padecer cáncer, cada uno de nosotros vamos va a reaccionar de un modo diferente. En esta forma diferente de reaccionar y en el impacto emocional que tendrá el cáncer sobre nosotros van a influir una serie de variables:
Las experiencias con la enfermedad en nuestro entorno próximo, haber cuidado un familiar cercano con cáncer puede incrementar nuestra respuesta emocional.
El momento evolutivo en que nos encontramos. Las experiencias vitales. Las características de nuestra personalidad. Los antecedentes de psico-patologías previas. El estilo de afrontamiento con que solemos enfrentar las situaciones estresantes. Los duelos a los que nos hemos enfrentado en nuestra historia y como nos han afectado. El significado que atribuimos al cáncer.
En general, recibir un diagnóstico de cáncer se acompaña de un sentimiento de pérdida en relación a múltiples aspectos, que de acuerdo con C. Meseguer podríamos resumir en:
Generalmente vamos a sentir una mezcla de distintas emociones y pensamientos. Las emociones que vamos a ir sintiendo pueden ser cambiantes de un momento a otro y esto puede hacernos sentir ines.
Esta primera respuesta emocional suele ser intensa y dura algunos días, después de los cuales va remitiendo. Y aparecen otros procesos y reacciones puestas en juego para enfrentar la nueva situación que nos trae el cáncer.
Es importante la idea de que se trata de un proceso en el que la persona va a ir buscando reequilibrarse en cada etapa del curso de su enfermedad, pasando distintos momentos de crisis y de readaptación. Es decir, la reacción emocional al Cáncer al igual que la enfermedad misma es un proceso dinámico.
En este sentido, de acuerdo con P. García Rodríguez163, es un proceso emocional, que no es puntual y que continúa por un largo periodo de tiempo, durante toda la evolución de la enfermedad. Y en él se van realizando
continuas adaptaciones a las diversas situaciones que van apareciendo.
Con fines ilustrativos podríamos asimilar este proceso de adaptación al que describió la Dra. Klüber-Ross164, en los enfermos que se enfrentaban al final de la vida. Esta autora describió varias fases por las que atraviesan las personas que se enfrentan con un cambio impactante en su vida, hasta poder asumirlo. Estas fases no son secuenciales y pueden darse todas o algunas. Y serían:
De modo que en general, muchas personas después de un tiempo terminan aptándose a la su nueva situación con sus propios recursos y no presentan psicopatología manifiesta, sino una reacción a una situación altamente estresante. De manera que, nuestras intervenciones en estos casos más que una psicoterapia como tal, son un “acompañamiento psicoterapéutico” que ayuda a que los pacientes y sus familias a recobrar el equilibrio emocional y a adaptarse a los cambios.
Algunas recomendaciones para facilitar la respuesta adaptativa, serían:
El Trastorno Adaptativo se refiere a estados de malestar subjetivo acompañados de alteraciones emocionales que interfieren en la actividad social, laboral de la persona y que aparecen en el periodo de adaptación a un cambio vital como puede ser tener Cáncer. El cuadro suele aparecer en el mes posterior al acontecimiento estresante y la duración de los síntomas no suele exceder los seis meses. Este trastorno166 se presenta en el 80% de las personas que buscan ayuda en psico-oncología.
En cuanto a Trastorno por estrés postraumático, los síntomas suelen aparecer un tiempo después de terminar los tratamientos. Generalmente son más leves que en otras circunstancias traumáticas, apareciendo algunos de los síntomas, pero no todos.
En relación con las Depresiones, nos encontramos con una dificultad a la hora de diagnosticarlas, ya que en los pacientes oncológicos son difíciles de diferenciar de algunos síntomas de la enfermedad, por ejemplo: Insomnio o hipersomnia, anorexia (falta de apetito), pérdida o ganancia de peso significativa, cansancio, alteración de la capacidad de concentración, agitación o enlentecimiento psicomotor. Algunos de estos síntomas son comunes tanto en depresiones como en los efectos secundarios de la quimioterapia.
Cuando nos sentimos solos, desesperanzados, incapaces de disfrutar con lo que antes si podíamos, con indiferencia, abrumados, con sentimientos de desesperanza, falta de proyección a futuro, nos vemos incapaces realizar tareas que antes no nos suponían esfuerzo, para tomar decisiones sencillas, y no podemos llevar a cabo nuestra actividad cotidiana y esta situación perdura en el tiempo podemos estar ante una depresión.
En lo referente a la ansiedad, puede estar relacionada tanto con la situación de enfermar, provocada por los tratamientos o existir un trastorno de ansiedad previo que se ve exacerbado por la enfermedad.
La ansiedad es una sensación de alarma, con síntomas físicos como opresión en el pecho, malestar digestivo, palpitaciones, temblor y síntomas mentales como sentirse disperso, aturdido con dificultad para concentrase, irritabilidad, pensamientos de preocupación. La ansiedad puede ser una respuesta puntual relacionada con algunas situaciones concretas o ser un estado más continuo.
Pero cuando su intensidad o su duración son elevadas, estaríamos frente a un trastorno de ansiedad que puede resultar muy limitante y requiere tratamiento psicoterapéutico y a veces farmacológico.
De modo que cuando alguna de las emociones que aparecen en el proceso de adaptación (tristeza, miedo, ira, culpa, ansiedad, descenso de autoestima) es demasiado intensa y dificulta las actividades básicas personales, familiares, laborales o sociales es importante consultar con un profesional.
Situaciones y factores que dificultan la adaptación e incrementan el riesgo de presentar psicopatología:
Hay circunstancias relacionados con la enfermedad y con los tratamientos que pueden afectar por si mismos al estado de ánimo, por ejemplo:
La finalidad de la evaluación psicológica es entender la situación global de la persona, tanto a nivel objetivo como subjetivo. Se trata de recoger información para entender cómo piensa, como vive, como se siente para detectar posibles áreas de intervención para mejorar su bienestar emocional y el de su entorno sociofamiliar.
Para ello recogemos información mediante una o varias entrevistas:
Realizamos como en cualquier caso en Psicología clínica un examen del Estado Mental, tomando nota sobre:
Todo ello nos da una idea general, una impresión clínica y un juicio diagnóstico, que nos permitirá diseñar un plan de intervención para la persona que tenemos delante.
En la mayor parte de los casos, tendremos también entrevistas con algún miembro de la familia del paciente, ya sea la pareja, algún hijo o en ocasiones todo el grupo familiar ya que todos se ven afectados por la enfermedad. De modo que podemos realizar intervenciones familiares si se estima necesario. Como podemos ver, es un trabajo en el que es importante que seamos flexibles en el encuadre.
Prevención: Es la promoción de hábitos saludables de alimentación y ejercicio físico. Campañas anti tabáquicas, promoción de participación en pruebas de screening.
Consejo Genético: Apoyo y ayuda en una situación que nos enfrenta a una serie de informaciones y tomas de decisión en individuos físicamente sanos.
Prediagnóstico: El descubrimiento de un síntoma, un bulto, un dolor, un sangrado, etc. lleva al paciente a consultar, a veces en urgencias comienza rápidamente el proceso. Otras veces en la consulta de un especialista tras un resultado inquietante en una prueba de cribado. En este momento se realizan distintas pruebas médicas que confirmen o descarten el diagnóstico de un cáncer.
Las reacciones emocionales más frecuentes son alarma, ansiedad, aturdimiento, irritabilidad, incertidumbre, miedo, hipervigilancia, alteraciones del sueño. Puede que la persona se sienta abrumada, confundida, irritable y a veces le cueste saber lo que tienen que hacer. En este momento el nivel de ansiedad puede ser muy elevado e interferir en la actividad diaria.
Momentos de espera breves de la confirmación- descarte del diagnóstico. La rapidez en las pruebas, los resultados y las consultas y disponer de información por parte del equipo médico puede ayudar a recobrar la calma.
Posibles intervenciones desde la psicología son apoyo y contención emocional. En algunos casos profilaxis emocional, (preparación para intervenciones y pruebas.
Diagnóstico: Una vez que se confirma el diagnóstico de cáncer, la comunicación del estadio de la enfermedad, del pronóstico y del plan de tratamiento, a nivel emocional se rompe el sistema de homeostasis y las reacciones inmediatas pueden ser variadas, frecuentemente son alarma, conmoción, aturdimiento, dolor, ansiedad, miedo, tristeza, desanimo, enfado, culpa, temor, necesidad de aislamiento. A veces se busca la soledad para poder pensar sobre lo está pasando. Pero, a pesar de ello, con el diagnóstico hay algo cierto: “tengo cáncer”, así que una parte de la incertidumbre disminuye.
También puede recobrarse algo de calma ante la perspectiva de que alguien sabe qué hacer y hay algo que uno puede hacer, esto ayuda a recobrar parte del sentimiento de control.
Una buena comunicación con el equipo médico y un entorno social que acompañe y apoye facilita la asimilación del diagnóstico y la adaptación a la nueva situación.
Algunas situaciones que pueden requerir nuestra intervención en este momento:
Los Tratamientos: Como hemos visto, los tratamientos más frecuentes suelen ser cirugía, quimioterapia, radioterapia, tratamientos combinados, hormonoterapia, inmunoterapia, etc. Actualmente los tratamientos de quimioterapia se adaptan más al tipo de tumor y a las necesidades del paciente.
Durante los tratamientos, a veces, se recobra la sensación de control por estar haciendo algo para luchar contra la enfermedad. En general suele haber más calma y las personas suelen estar centradas en la tarea de cuidarse y estar bien para aguantar los tratamientos.
Pero, en este momento, puede aparecer malestar psicológico que requiera nuestra intervención, por ejemplo:
Postratamiento: Al terminar los tratamientos y pasar la primera revisión con todos los resultados favorables, todo el mundo esperaría que el paciente se encuentre animado y tranquilo porque ya ha pasado lo peor.
Muchas veces la persona se siente triste, irritable, sin ganas de nada y con miedo a que reaparezca la enfermedad, a que pase alguna otra cosa en la familia, sensación de desprotección al no ser observadas tan de cerca por los médicos. Al normalizar la situación la familia, los pacientes pueden sentir que hay falta de atención cuando aún se encuentran débiles y tienen un proceso muy costoso por delante.
El primer año, hay que incorporar las visitas a los médicos en la organización de lo cotidiano, por ejemplo las revisiones pueden ser cada tres meses. Y a veces puede resultar agobiante seguir de médicos.
En este periodo se realiza una reorganización y una reflexión sobre lo que ha pasado, sobre cómo retomar la vida “por donde la habíamos dejado”, llevándonos a pensar si es lo que queremos y si podemos.
De acuerdo con J. Holland167, muchas veces cambia nuestra noción de temporalidad y nos replanteamos el esquema de prioridades.
También muchas veces encontramos problemas con el esquema corporal, miedo a la recaída.
En ocasiones los demás, la familia y los amigos, están esperando y deseando que la persona vuelva a la normalidad, que vuelva a ser el de antes y a hacer lo que antes hacía, pero muchas veces eso no es posible y otras, se necesita tiempo.
Supervivencia: Hay distintos criterios pero consideraremos que partir de un año sin tratamiento y sin recaídas se considera a la persona “superviviente”.
Durante este tiempo, ya se pueden apreciar cuáles son las secuelas permanentes de los tratamientos; Por ejemplo, frecuentemente queda un adormecimiento en yemas de dedos de pies y manos resultado de la toxicidad de algunos tratamientos. Astenia es la sensación de cansancio, se puede tener la sensación de contar con menos energía, dolor, osteoporosis, ganancia o pérdida de peso, cambios en el esquema corporal, problemas cardiacos, problemas respiratorios, entre los más frecuentes.
Hay miedo a la recaída. Éste es un miedo normal que, a menudo, es más intenso al principio y se va atenuado con el tiempo y los resultados de revisiones sin enfermedad. Si bien hay algunas situaciones que pueden intensificar el miedo como los aniversarios del diagnóstico, enfermedad de algún familiar, las fechas próximas a las revisiones, algunos síntomas.
A veces hay un sentimiento de impotencia, de perdida, la sensación de que ya nada será como antes. Y esto puede hacer que las personas disminuyan su actividad social. Se produce un proceso de reorganización de los proyectos y de las prioridades.
Hay otros casos en los que se habla de un crecimiento postraumático resultado de la elaboración de las vivencias.
Así mismo tratar la ansiedad y depresión que pueden aparecer en esta etapa. Actualmente y debido a la supervivencia cada vez mayor, hay mayor investigación y programas de atención específica a “supervivientes”.
Recaída: Cuando después de un tiempo vuelve a aparecer la enfermedad, la recaída supone un impacto mayor que el primer diagnóstico y es más difícil mantener la esperanza. Las reacciones emocionales son de frustración, rabia, desanimo, indefensión y sentimientos de incontrolabilidad.
Después de un proceso de aceptación de la situación, a veces puede empezar a pensarse como una condición crónica con cierto grado de controlabilidad con revisiones médicas, cambio de hábitos, y nuevos periodos de tratamiento.
En este momento es importante el apoyo psicológico tanto para el paciente como para su familia. Facilitar que pueda seguir realizando actividades importantes, adaptadas a su estado y posibilidades físicas.
Progresión de la enfermedad: En algunas ocasiones, a pesar de los tratamientos hay progresión de la enfermedad, en los resultados se ve aumento de los tumores o extensión de los mismos a otras zonas del cuerpo.
En este momento el desánimo es grande, comprobar que a pesar de todos los esfuerzos y de todo lo sufrido y que la enfermedad no se puede parar supone un duro impacto.
Así que podemos entender fácilmente la impotencia, el miedo, la tristeza, la frustración, la desesperanza y la pérdida de confianza que se experimenta y cómo comienza a estar muy presente la idea de la muerte.
Acompañar y facilitar la puesta en marcha del proceso de adaptación a la nueva situación, es importante en este periodo.
El final de la vida: Cuando los tratamientos médicos resultan ineficaces y el progreso de la enfermedad no se puede evitar y el deterioro físico empieza aparecer, comienzan los tratamientos paliativos cuyo objetivo no es curativo sino proporcionar “la más alta calidad de vida para el paciente y su familia163. En esta etapa el objetivo es facilitar la adaptación del paciente y su familia a la situación de terminalidad”.
Es un momento en que el deterioro físico se va haciendo presente de forma progresiva. Hay miedo al dolor, a lo desconocido, mucha tristeza por los seres queridos que se van a perder, por los proyectos que quedan sin cumplir y por la propia vida.
Pueden darse situaciones familiares de conspiración de silencio, claudicación familiar, que hacen sentir a la persona en situación terminal mucha soledad.
La adaptación a esta situación es la que describió E. Kübler-Ross164, con las etapas; shock, negación, rabia, negociación, depresión, resignación.
Algunos autores hablan de que hay una serie de tareas o necesidades emocionales y espirituales161 ,168, que podrían resumirse del siguiente modo:
Nuestra función es facilitar estas tareas, ayudar a encontrar coherencia y sentido a lo vivido, acompañar y dar contención emocional tanto al paciente como a su familia.
Sea cual sea nuestra intervención, la actitud frente al paciente es siempre de honestidad, aceptación, escucha y respeto. La Alianza Terapéutica ayuda a generar un sentimiento de seguridad y éste va a permitir al paciente poner en marcha sus recursos propios y a aprender otros nuevos.
Como vemos estas intervenciones de escucha, elaboración, ayuda y acompañamiento son importantes para enfrentar momentos costosos durante la enfermedad y dinamizar los recursos de adaptación de las personas. Pero hay también otra línea de intervenciones más cercanas a la prevención, que priorizan el cuidado del cuerpo y de la salud, que hacen al paciente tomar papel activo en su propio cuidado, que le permite tener un lugar de potencia en su propia salud. En esta línea de intervenciones estaría la promoción de hábitos saludables, entre ellos del ejercicio físico en nuestros pacientes.
Por otro lado se ha comprobado que la implantación de programas estructurados de actividad física ha resultado útil en problemas coronarios, en pacientes diabéticos y actualmente también en pacientes con cáncer. Llegando a la conclusión de que el ejercicio físico es un factor de prevención de mortalidad prematura.
Se considera que el ejercicio físico es una actividad planificada, estructurada y repetitiva que tiene por objetivo la mejora del estado físico de la persona, el deporte añadiría a esto que el ejercicio se realiza bajo unas normas.
Las recomendaciones sobre ejercicio físico de la Organización Mundial para la Salud (OMS) para la población general adulta sana con el fin de mejorar las funciones cardiorrespiratorias, musculares , la salud ósea y reducir el riesgo de enfermedades no trasmisibles (ENT) y de depresión, son para personas entre 18 y 64 años dedicar 150 minutos semanales a la práctica de ejercicio aeróbico de intensidad moderada, que es aquella que hace que aumente la frecuencia cardiaca y el consumo de oxigeno del cuerpo. (p.ej.: nadar, bailar, caminar rápido, aerobic, bicicleta, trotar) o 75 minutos a actividad aeróbica vigorosa (por ejemplo: correr, nadar más de 1 hora, spinning) o la combinación de ambas. La actividad aeróbica debe practicarse en sesiones de como mínimo 10 minutos y para mayores beneficios se aumentara la actividad. Recomienda también realizar dos veces en semana actividades de fortalecimiento de los grandes grupos de músculos, ejercicios de tonificación o fuerza por ejemplo: tonificación con pesas, abdominales, fondos, yoga, Pilates. En el capítulo XI se realiza un comentario más profundo de este tema.
De modo que son muchos los beneficios de realizar ejercicio físico de forma regular, algunos de ellos:
Ya que el ejercicio físico mejora la calidad de vida y aporta beneficios físicos, psicológicos y sociales, y bienestar mental, los profesionales de la salud debemos favorecer y promocionar la práctica de ejercicio en la población general y en nuestros pacientes.
En los últimos 10 años ha habido un creciente interés, desde las múltiples instituciones dedicadas a la prevención y promoción de la salud en enfermos de cáncer, en investigar los beneficios del ejercicio físico para pacientes oncológicos, tanto en tratamiento como después de los mismos en cuanto al nivel de bienestar físico como emocional.
Entre los beneficios se encuentran:
Estas investigaciones nos llevan a hablar de Ejercicio Físico Oncológico, definido como aquel pautado y controlado de forma individualizada, por un equipo multidisciplinar, que se realiza para reducir o prevenir los efectos secundarios de tratamientos y que mejora la salud, la calidad de vida y la supervivencia de los pacientes oncológicos.
Actualmente se están a desarrollando programas de ejercicio físico oncológico adaptados para cada paciente en función de la localización del tumor, el estadio de la enfermedad, los tratamientos, los efectos secundarios que presenta, si tiene o no linfedema, etc. Tanto desde la AECC, como desde el Grupo Español de Investigación en Cáncer de Mama (GEICAM), y la SEOM se están desarrollando programas de ejercicio oncológico. Siendo un ejemplo la publicación de una Guía de Ejercicio Físico y nutrición para pacientes con Cáncer de mama localizado y avanzado.
En ella se explica los tipos de ejercicio que mejoran cada tipo de efecto secundario. Por ejemplo; para el linfedema (inflamación producida tras cirugía por acumulación de líquido linfático que produce limitación funcional y dolor recomienda estiramientos y trabajo de tonificación y movilización del miembro afectado. Para la fatiga crónica: Sensación de extremo cansancio general mantenido en el tiempo, que no corresponde a un esfuerzo realizado y no remite con descanso. Recomienda ejercicio e resistencia y de tonificación.
Para los daños cardiacos, producidos por algunos tratamientos aconseja ejercicio de resistencia y de tonificación.
Para la pérdida de fuerza, una combinación de ejercicios de resistencia de tonificación y estiramientos.
En la osteoporosis (pérdida de calcio del hueso que aumenta el riesgo de fracturas), ejercicios de tonificación de brazos y tronco para recuperar la masa ósea de espalda y ejercicios de impacto bajo o moderado para recuperar la de la cadera. para recuperar la de la cadera.
También realiza observaciones para evitar lesiones, y propone un programa de ejercicio físico de 12 semanas para pacientes con tratamiento o con efectos secundarios agudos y otro para pacientes sin tratamiento o sin efectos secundarios agudos. Llegando en estos últimos a una actividad de frecuencia de 5 días en semana y 130 minutos de ejercicio de resistencia y 20 minutos de ejercicios de tonificación. Cada sesión de ejercicio consta de tres partes una de calentamiento, la central de ejercicio de resistencia o de tonificación y la última parte de estiramientos para relajar y oxigenar la musculatura. Se trata de un programa que va incrementando la duración de las sesiones de forma progresiva comenzando 4 días en semana y llegando a lo anteriormente comentado. Esto para pacientes sin tratamiento. Para los que están con tratamiento o con efectos secundarios agudos, comienzan 3 días pasando a un día de ejercicio y otro de descanso y repartiendo 2 de tonificación y 2 de resistencia. Llegando a 90 minutos de resistencia y 20 de tonificación. Siempre con recomendaciones especiales para situaciones de linfedema.
En los programas de ejercicio oncológico se realiza una evaluación del paciente en cuanto a su capacidad cardiovascular, su composición corporal y su fuerza máxima. A partir de ésta, se diseña un plan personalizado de ejercicio durante 12 semanas, con el objetivo de que el paciente comience a realizar ejercicio y después integre su plan su estilo de vida de forma continuada.
Estos programas resultan de gran utilidad tanto antes, en prevención, como durante, para mejorar los efectos secundarios, como después de los tratamientos, para la recuperación de la forma física. Así mismo, son de gran ayuda para los pacientes supervivientes, tanto recientes, para recuperar su normalidad actualizada, como medios, para enfrentar las consecuencias de la enfermedad tales como fatiga, resultado de algunas cirugías, cambios en su modo de vida, incertidumbre y miedo a las revisiones y a la recaída. Así como, para los largos supervivientes que se enfrentan con algunas huellas de haber pasado la enfermedad tanto a nivel físico, como emocional y social. Para este amplio grupo de personas, el ejercicio físico puede ser un ingrediente para ayudarles con los problemas psicológicos como ansiedad, depresión subclínica que frecuentemente experimentan.
Esto nos introduce en el tema de los efectos del ejercicio para la salud emocional y psíquica.
La ansiedad y la depresión son problemas de salud mental ampliamente extendidos en la población y como hemos visto también en los pacientes oncológicos. Entre el 30 y el 50% de las personas que han sido diagnosticadas de cáncer, presentan malestar emocional clínico; el trastorno adaptativo, los cuadros de ansiedad y las depresiones son los más frecuentes166.
El ejercicio físico puede también ayudar a mejorar el estado emocional. Hay evidencia sobre los beneficios del deporte para la reducción de la ansiedad, mejora del estado depresivo leve a moderado aunque no se encuentran datos concluyentes sobre mejoría en Depresión Mayor.
Se ha encontrado que, la realización de ejercicio físico regular de intensidad de ligera a moderada, disminuye la ansiedad, tanto rasgo como estado. Ansiedad rasgo, se refiere a ansiedad general vinculada a factores de personalidad, tendencia ansiosa a estar en estado de alerta, anticipando preocupaciones e interpretando los estímulos y situaciones como peligrosas. Ansiedad estado es una respuesta puntual de ansiedad frente a una situación presente.
Hay estudios que concluyen que el ejercicio físico disminuye las manifestaciones de ansiedad tanto mentales: preocupación, miedo, necesidad de búsqueda de ayuda, percepción de pérdida de control, disminución de la concentración y de las memoria, como somáticas: palpitaciones, tensión y dolor muscular, sudoración, alteración del ritmo cardiaco, temblor, sequedad de boca, dificultad para respirar o para tragar, etc.
Algunas explicaciones sobre los efectos del ejercicio en la disminución de la ansiedad podrían ser que el ejercicio físico tiene un efecto de contracción-distensión muscular, similar al de técnicas de relajación muscular progresiva de Jacobson. Esto mejoraría el componente de tensión muscular de la ansiedad. Cuando tenemos ansiedad nuestras respiraciones son con inspiraciones cortas y superficiales. Al realizar ejercicio de intensidad moderada, tenemos que cambiar la pauta respiratoria, realizando inspiraciones más profundas y con distinto ritmo, lo que tiene efecto a nivel del sistema neurovegetativo.
Por otra parte, la práctica de ejercicio produce un incremento de noradrenalina (NA), implicada en la respuesta del organismo al estrés.
También, entre otros efectos, estimula la producción de endorfinas, hormonas vinculadas a la neurotransmisión e implicadas en la regulación del dolor y en la sensación de bienestar.
A nivel psicológico, la práctica de ejercicio permite distraer la atención del foco de preocupación consiguiendo reducir el pensamiento rumiativo característico de la ansiedad; Además facilita la socialización, nos genera un sentimiento de eficacia, de ser agentes de acción, lo que nos devuelve cierta sensación de control. Por otro lado, la práctica continuada mejora nuestra forma física y nuestra imagen influyendo todo ello positivamente en nuestra autoestima y con ello en nuestro estado anímico.
De acuerdo con esto, estudios realizados en pacientes supervivientes de cáncer muestran que los programas de ejercicio reducen significativamente la ansiedad y la depresión. Así como también, tanto en pacientes que están recibiendo tratamiento como en aquellos que ya lo habían terminado muestran menores pérdidas de memoria que los que no participaron en programas de ejercicio físico170.
Por tanto, una de nuestras intervenciones como psico-oncólogos, en relación con el ejercicio físico es promover hábitos de actividad física en nuestros pacientes. Tanto en aquellos que nunca los tuvieron como en aquellos que los abandonaron con la enfermedad.
Así mismo, facilitar la adhesión a estos programas de ejercicio. A esto contribuye podamos ayudar a nuestros pacientes a desarrollar actitudes positivas hacia el deporte, a que sean conscientes de que deben elegir una actividad que les resulte agradable. También que puedan pro
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